Su paso por la Dirección General en estos dos años y medio dejan un balance ambivalente.
Por: Mauricio Jalife | El Financiero
De forma tan silenciosa como llegó, Juan Lozano Tovar se va del IMPI. Sin carta de despedida, sin conflictos mayores, sin acusaciones deshonrosas. Nunca supimos las razones por las que llegó al Instituto, y por lo visto nunca sabremos porque lo dejó.
Lo cierto es que su paso por la Dirección General en estos dos años y medio dejan un balance ambivalente. Sin lugar a dudas, su legado reside en la confección de la nueva Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial, que si bien fue gestado bajo la influencia del T-MEC, otras administraciones habían evadido la responsabilidad de acompañar el proceso legislativo para su actualización.
La Ley contiene una serie de novedades con buenas pretensiones, pero con fundadas interrogantes en aspectos técnicos cruciales, que solo su utilización en casos concretos permitirá evaluar sus alcances. Por lo pronto, dos grandes tareas asociados a la entrada en vigor de la nueva ley quedan como pendientes de la era Lozano: el primero, la promulgación del reglamento de la ley, que tenía como plazo este mes de junio y que claramente no alcanzará la meta, y por otro lado, la implementación de diversos aspectos de la ley que requerían ajustes internos al Instituto para su adecuada gestión. Habrá que ver en los próximos meses si existen avances en estos temas.
La gestión de Juan Lozano estará señalada por la pandemia, que marcó gran parte del paso del funcionario al frente del IMPI. En ese rubro, debe reconocerse, el Instituto fue una de las instancias que mejor gestionó la emergencia, gracias a la buena infraestructura digital con la que cuenta y que se robusteció con nuevos servicios en los últimos meses.
Otro aspecto meritorio de Lozano consistió en que respetó la trayectoria del muy calificado personal del IMPI, y en los puestos en los que definió nuevas posiciones lo hizo con tino designando funcionarios de alto nivel técnico. Por las características de los servicios del Instituto, conservar al personal que cuenta con experiencia es un activo altamente apreciado por los usuarios.
La salida de Juan Lozano del IMPI da perspectiva a una percepción que ahora se vuelve constancia documentada, y es que el funcionario siempre se sintió como transitorio en esa posición. A pesar de su articulado discurso a favor de la innovación y los beneficios de su protección legal, sus mensajes fueron más una habilidad personal que un compromiso con los usuarios y sus intermediarios.
En la decisión de sustitución que se deberá tomar para dar cauce al Instituto, en un momento de coyuntura como este, el Ejecutivo no puede equivocarse. Son muchos los intereses en juego, y todos tienen un reflejo directo en desarrollo de nuevas empresas en el país, inversión extranjera y cumplimiento de tratados internacionales. La pregunta es si se debe apostar por un entrenador nuevo, sin experiencia pero con entusiasmo, o por un director técnico fogueado y conocedor de las entrañas del sistema.
De estas opciones me quedo con la segunda. En materia de Propiedad Intelectual, México no se puede dar el lujo de caer a la segunda división.
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